Inici Joan Carles González Caldito Que no nos vuelvan a vencer

Que no nos vuelvan a vencer

COMPARTIR

Juan Carlos González Caldito

El 12 de octubre de 1936, entonces llamado el día de la Fiesta de la Raza, se celebró una gran ceremonia en el paraninfo de la Universidad de Salamanca al que asistieron la esposa de Franco, Carmen Polo de Franco, el general Millán-Astray, el obispo de la diócesis Enrique Plá y Deniel, el gobernador militar de la plaza José María Pemán, y el resto de fuerzas vivas de la ciudad. En la presidencia estaba Unamuno, rector de la Universidad. Después de las formalidades iniciales, Millán Astray alzó la voz y dijo ante todo el mundo: “¡Catalunya y las Vascongadas, Vascongadas y Catalunya, dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!”. Desde el fondo del paraninfo, una voz gritó el lema de Millán Astray: “¡Viva la muerte!”. Acto seguido, el general dio los habituales gritos excitadores del pueblo: “¡España!”. Automáticamente, cierto número de personas contestaron: “¡Una!”. Millán Astray volvió a gritar: “¡España!”. El auditorio le replicó: “¡Grande!”. Y al grito final de “¡España!” de Millán Astray, contestaron sus seguidores “¡Libre!”. Tras esto, todos los ojos se posaron en Unamuno, que ante el grito de “¡Viva la muerte!”, juzgó al general Millán Astray como “un inválido de guerra” y, por lo tanto, un insensato. El general no pudo detenerse por más tiempo y le gritó a Unamuno: “¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!”. Ante la fuerza del ejército, y viéndose asomar una guerra imparable, el Unamuno les dijo a todos: “Venceréis, pero no convenceréis”.

Hasta hoy hemos creído vivir en una sociedad democratizada, cuyo objetivo era el respeto de la libertad de los individuos por encima, incluso si hiciera falta, de las leyes. Sin embargo, el fascismo venció y convenció. Ciudadanos españoles han vitoreado a grito de “¡a por ellos!” a la fuerzas de seguridad que reprime a las voces, con la connivencia perpetrada por el silencio de los partidos e instituciones que se definen como valedoras de la democracia. Este grito, en nombre de “España”, es doloroso pues legitima moralmente el uso de la fuerza represiva por encima de la diversidad y la discrepancia de opiniones políticas propias de una democracia, como si la porra distinguiera a unos y otros. Pero existe un doble dolor, sobre todo para aquellos cuyas raíces (servidor) se hunden allende de Catalunya y llegan a distintos rincones de la península: el dolor del olvido de la fraternidad. No nos engañemos, la democracia es un diálogo que se da entre las diferencias de pensamiento y opinión, y no mediante la porra, herramienta propia de la represión.

El referéndum del 1 de octubre pone en jaque al Régimen del 78 – esa trama de poder que domina el país a su antojo a través de una intrincada red de intereses en las que están implicadas las herencias franquistas, incluyendo a la aristocracia, el alto funcionariado del Estado y los altos poderes empresariales y financieros del país – por la posibilidad real de la independencia. En el caso en el que el Sí ganara, se perdería una parte socio-económica lo suficientemente grande del Estado que desequilibraría los intereses de las partes del Régimen, pues perdería el 18’9% del total del PIB español, según el Informe CCAA del Círculo de Empresarios, pero además dejaría fuera del mapa electoral la posibilidad de jugar con el sentimiento de la “unidad de España”, poniéndose las cloacas del Estado en el epicentro de la política. De ahí la resistencia del Régimen del 78 a aprobar ningún referéndum, el cual han convertido en un acto “ilegal” y, por lo tanto, en un ataque a los derechos de los españoles, máscara que utilizan para ocultar sus cloacas. No obstante, nadie en sus cabales puede ver en el referéndum del 1 de octubre una amenaza a los Derechos Humanos, pues el autogobierno es condición de posibilidad de los mismos. Sin embargo, sí que hemos podido ver como para detenerlo ha sido necesario vulnerar los Derechos Humanos de libertad de pensamiento y expresión (artículos 18 y 19).

Si hoy Unamuno pudiera ver la España actual, seguramente modificaría su frase, porque vencieron y convencieron. El silencio sepulcral de partidos e instituciones ante la vulneración de Derechos Humanos nos muestra que, ciertamente, el uso de la fuerza legitima moralmente ciertas prácticas para machacar a los disidentes. El fascismo ha convencido a las suficientes personas para que sean lo necesariamente insensatas para querer defender la “unidad de España” por encima de los derechos humanos, abriendo el camino para que el día de mañana sean pisoteados sus propios derechos. Ante este panorama, sólo nos queda la dignidad y llamar a todos los que no sean fascistas a ejercer su derecho a decidir, su derecho a votar. Vencieron y convencieron; que no nos vuelvan a vencer.

COMPARTIR

FER UN COMENTARI

*